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Después del affair
De niño
Morrissey estaba solo, buscando con quien hablar. Cada canción
que ha escrito desde entonces es una conversación que nunca ha
tenido. Y la introspección aún continua en su nuevo álbum,
Maladjusted. Admite haber tenido dos grandes amores en su vida - ambos
acabaron. Pero siempre queda esperanza.
Para ser justos, tuvimos un comienzo poco propicio. Llegué a la
habitación de su hotel puntual, a las 4 de la tarde. Abrió
la puerta con la cara arrugada, como si acabase de llorar. Dentro, sentada
en una cama, había una joven con un ajustado uniforme de camarera
de hotel y una sonrisa radiante. "Hola, me llamo Grace" me explicó.
Y tras una breve pausa, pero ningún movimiento, añade, "estoy
arreglando la habitación". "Mejor te sientas allí" me dice
Morrissey, señalando hacia la otra parte de la habitación,
y así nos sentamos todos, en silencio, cada uno en una esquina.
Parecía algo surreal, como sacado de Buñuel, en la escena,
y empecé a preguntarme si no se trataba de una broma preparada.
"¿Se ve a marchar alguna vez?" le susurro a Morrissey. "No", me
responde con su voz grave. "Se ve a quedar siempre". Una vez que se hubo
marchado me contó que le había asustado, pidiéndole
un autógrafo para su hermana de 18 años y diciéndole,
"a mí solías gustarme, pero ya no". "Pero así es
el mundo en que vivimos", añade vanagloriosamente.
Morrissey es irremediablemente raro. Todos lo dicen, incluyendo él
mismo. "Espero que Dios me impida ser normal". Su extrañeza es
difícil de comprender. Todo el tiempo que estuve con él,
lanzaba sus propias ocurrencias y se ríe con disimulo, arqueando
una ceja, observando con sus brillantes y combativos ojos azules, llenos
de cosas que no va a contarte, ni deberías atreverte a preguntar,
con una clara impaciencia que raya en hostilidad. Su cara cuadrada se
ladea hacia un lado, como apoyándose en un hombre, dando la impresión
de que en cualquier momento, si la conversación se pone algo más
aburrida, bien podría dar una cabezada. Y con un cojín en
el pecho, parece que está suponiendo que voy a lanzarme a su yugular.
Mientras tanto se pasa el tiempo preguntándome, compitiendo: "¿Tienes
alguna mascota?", me dice. "Déjame adivinar. Una tortuga y un periquito"
y se parte de risa y se mordisquea la palma de la mano. "¿Comes
carne?¿Te comerías a tus mascotas? He terminado mi alegato"
A veces la conversación deriva hacia chistes que hace sobre el
mismo. Por ejemplo, no tengo ni idea de porqué hablamos de Margate.
"Margate es un bocadillo gigante de jamón. Ya no es lo que era".
Es como si yo no estuviese ahí. ¿Hablas mucho contigo mismo?
"Es la única manera de tener una conversación decente",
dice sarcásticamente. Decir que crea una sensación de incomodidad
es obvio. El aire que le rodea parece estar cargado con una corriente
de furia sin descargar. No puede resistir la necesidad imperiosa de dominar,
y a su vez su insistencia sobre su propia vulnerabilidad le deja siempre
por encima. Sus últimas palabras son: "Se buena conmigo". Me marché
sintiendo que había estado en presencia de un gran ironista. Y
me siento como una perra a la que patear.
Lo extraño, entonces, es que unos días más tarde,
escuchando la cinta de nuestra conversación, descubro a otro Morrissey,
más plácido, menos manipulador y si no amable, al menos
nada cruel.
Un Morrissey más diverso. Portentoso. "Me han llamado muchas cosas,
pero nunca me han llamado ligero" .Pero capaz de reírse de sí
mismo. "Así que vas de poeta por la vida". Evasivo, pero no descortés.
Más divertido de lo que recordaba. Como si sin alcanzar su presencia
física, la máscara de sus labios ingeniosos e indiferentes,
se presentase otro Morrissey, con su tono elegíaco, tan preocupado
de sí mismo cuando estás con él. Ahora me sorprende.
"Todo lo que uno quiere, lo único, es conocerse a sí mismo".
Este Morrissey está más cerca del hombre que conocemos a
través de las letras de sus canciones.
Su pose favorita es la certeza del que está condenado. "La vida
es una desgracia", me dice. Y la mayor de esas desgracias es que nada
te sorprende. Pero Johnny Marr sí que lo hizo, dos veces. Primero
cuando se conocieron. "En un concierto de Patti Smith en 1979, y no, como
la mayoría de los historiadores del pop dicen, en 1982". Le encanta
el trivial sobre su propia mitología. Marr le impresionó
al momento. No como alguien que le podría gustar, "de hecho no
me gustó, estabamos separados por continentes", sino como alguien
en quien podría confiar. Una precisión interesante. Morrissey
no para de decir que su principal instinto hacia las personas es "desconfianza
básica". "Encuentro a la mayoría de la gente débil.
No me apoyo mucho en la humanidad. La compasión que tengo es para
mí solo". Pero Marr le conmovió. Conocerle puede que fuese
la primera cosa buena que le ha sucedido. El era Stephen (sic, me gusta
tan poco como a él) Patrick Morrissey, 22 años, "no era
un polluelo" . Un hombre frustrado que vivía con su madre casi
siempre, sofocado de ambición, "desesperado por tener éxito".
Enviando cartas sin parar al NME, mandando cintas de sus canciones a gente
de la industria, adjuntando una carta amable que explicaba que sentía
que su voz resultase un tanto suave, pero su madre estaba durmiendo en
la habitación de al lado. Había tenido algunos trabajos
que odiaba. "Trabajos grotescos. Es humillante recordarlo". Algo de mal
sexo. "No recuerdo temblar de placer". Y estaba atrapado en lo que llama
"el norte satánico, lluvioso y miserable, Manfester (sic)"
Y llegó Marr. Hermoso y con talento, sociable y rodeado de gente.
Ya estaba con Angie, su amor de la infancia de la que se había
enamorado a los 14 y con quien se caso en 1986. Todos querían a
Marr, y Morrissey también. Le quería "no físicamente,
sino como amigo y compañero. Al principio siempre éramos
Angie, Johnny y yo". Morrissey cree que fue cosa del destino. "Un impresionante
golpe del destino, un impresionante cambio de acción". Sabía
que iban a funcionar cuando formaron The Smiths en 1982. Era un tandem
de iguales, explica Morrissey, repartiéndose la música para
uno y las letras y la voz para el otro. Cuando habla de The Smiths,
se refiere al él y a Marr. En un reciente juicio, en diciembre
del 96, ambos fueron obligados a pagar un millón de libras a un
miembro del grupo, Mike Joyce. Dicen que Morrissey consideraba a los otros
dos miembros del grupo tan reemplazables como piezas averiadas de una
cortadora de césped. Ahora dice, "The Smiths fue nuestro éxito,
el mío y el de Johnny. Totalmente". Morrissey daba la cara pero
Johnny era el fuerte. "Rotundo, nada agresivo". Le dio a Morrissey lo
que nunca había tenido. "Fue raro de pronto decir nosotros en vez
de yo"
Por la forma en que Morrissey describe a The Smiths, aquellos fueron días
acelónicos. Ni peleas, ni tensión, sólo diversión.
Risas "todo el tiempo". "No hubo ni una pelea durante toda la existencia
de The Smiths. Durante mucho tiempo Johnny y yo estuvimos entrelazados,
y eso es poco normal en la música pop, en su vida y la mía".
Pero lo cierto es que The Smiths eran poco normales. Nombrados el primer
grupo inglés de verdad, cogieron el espíritu de la alineación
de los ochenta con mucha más autenticidad que otros que vendían
más como U2 o Dire Straits. Eran frescos, originales, y no se vendían
a la etnia del estrellato. Cuando Morrissey de declaraba célibe
total, podías jurar que lo decía en serio, no como Boy George.
The Smiths eran unos muchachos, como indica su nombre. "Duros como botas
vieja. No se jugaba con nosotros". Y Morrissey y Marr parecían
capaces de hacer cosas con canciones que nunca se habían oído
antes. Canciones como Panic, Heaven Knows..., líneas como "saldría
esta noche, pero no tengo nada que ponerme" hablaban directamente a su
audiencia, jóvenes con falta de afecto, chavales en casas deprimentes,
que antes no tenían voz. No eran las mismas canciones de amor de
siempre. El don de Morrissey es captar la intensidad de un sentimiento
y a la vez la ironía de esa intensidad. Sus canciones hablaban
de historias corrientes de la gente, y de una manera increíblemente
evocativa. Divertido y triste, The Smiths sonaban simplemente como debe
sonar la música pop.
En cierto momento, hablando de su infancia, Morrissey describe la pobreza
que había en el colegio. "Los niños se desmayaban por falta
de comida, el nivel de vida era de subsistencia. Nunca me habló
nadie sobre mi vida. Nunca escuché a nadie dando explicaciones".
Pero no te has convertido en asistente social. "¿No?" dice Morrissey.
Si se pudo evitar lo que se acercaba, Morrissey no lo vio venir. The Smiths
era como un love-affair, "y por lo tanto, una cosa llevó a la otra".
Entonces, en mayo de 1987 Marr anunció que abandonaba el grupo.
La segunda sorpresa. Le dijo a Morrissey que era por la presión
del trabajo. "pero yo también estaba bajo presión, aunque
yo no me rendí". En septiembre, Morrissey estaba grabando su primer
disco en solitario y The Smiths eran historia. Quizás es que no
podían continuar por siempre. "Nada dura por siempre. Pero tal
y como yo lo veía, pensaba que íbamos a continuar". Esperaba
que Marr hablase con él, y "compartir una decisión". Se
sintió abandonado, herido y consternado. "Fue una época
tremendamente dolorosa. No le guardo rencor para nada. Pero en su momento
estaba enfadado y me preguntaba con qué iba a reemplazar a The
Smiths en su vida. Aún no lo sé. Hoy por hoy, no lo sé"
Visto desde fuera, parece obvio. Marr tenía una esposa, quería
una familia. Ahora tiene dos niños. Quería una vida fuera
de The Smiths. Pero más que nada, no quería encerrarse en
una sola cosa. El impulso de Morrissey era lo contrario. El individualista
consumado que insiste ser es un ser único , bajo control. Que Morrissey
se divida y de aspectos de sí mismo, voces diferentes, es algo
a lo que se resiste totalmente. Si no puede ser lo que él quiere,
entonces no quiere ser nada. Hay cierto peligro en tanta seguridad, puede
conducirte a la inexperiencia, a la ingenuidad. Está convencido
de que fueron "influencias alrededor de Marr" quienes le levantaron como
una palanca porque veían en Morrissey una amenaza. ¿De qué
tipo? "Muchos me ven maligno porque les resulta fácil. Pensaban
que yo ejercía una influencia excesiva sobre Johnny". También
se ha dicho que Marr quería dejar el grupo antes de que lo hiciese
Morrissey, que temía que Morrissey estaba preparando su carrera
en solitario. Pero Morrissey dice que esa no era su intención.
"Nunca me vi como un cantante en solitario". Yo no puedo evitar creerlo.
No peleó con Marr, no suplicó, no lloró. "Nunca discuto
con la gente y nunca lloriqueo. ¿Qué sentido tiene?", dice.
Simplemente despidió a todos los que le rodeaban, a todos esos
malditos mercaderes que predecían su final, preguntándole
si tenía suficiente dinero. Enmarañado consigo mismo, salió
del paso solo, como siempre, y continuó escribiendo sus canciones.
Sobre la vida, sus trivialidades y sus compromisos. Las frustraciones
y los fracasos del mundo moderno. Se hizo más Morrissey que Morrissey.
¿Es todo una pose? ¿Está simplemente siendo irónico?,
se preguntan a veces. Por supuesto que sí. Ve el humos como un
arma defensiva para mantener al enemigo lejos. "La felicidad sería
vivir en una casa encantada y que la gente saliese espantada, donde pudiese
existir rodeado de espíritus". El ya vive ahí, aunque él
diría que todos lo hacemos. El rastrillo se ha acabado y la multitud
merodeadora está a distancia. Lo único es que no hay fenómenos
paranormales. Nosotros nos espantamos a nosotros mismos.
El lo sabe. Es demasiado intuitivo como para no notar algo tan aparente.
Y cuando dice "todos tenemos nuestros patrones que repetir, nuestras cargas
que llevar...que llevamos como podemos y no van a desaparecer", ¿lo
entiende alguien? No creo. Estamos todos encerrados en un mundo en el
que tenemos que repetir nuestros errores, y no sólo los nuestros,
añade, sino también los que nos han pasado nuestros antepasados,
y fallamos al querer encontrar sentido a las cosas. Lo mejor que podemos
hacer es conocernos a nosotros mismos, no llegar a una comprensión
profunda del mundo. "Porque si te conoces a ti mismo, puedes evitar situaciones
dañinas o dolorosas. ¿No trata de eso la vida, hacértela
lo más cómoda posible y protegerte?". Cómodo es la
palabra que más usa. Está "cómodo siendo considerado
raro". No se siente "cómodo" volando. La mayor "comodidad" es la
soledad. Pero entonces me cuenta que su mayor debilidad es su insociabilidad.
"Tiendo a ser hermético". Y, "no es muy probable que resolvamos
las contradicciones que nosotros mismos levantamos, ¿no?".
Su voz, una voz cansina, puntuada por largas pausas, te coge por sorpresa.
De pronto te sale con un cliché, "La vida es una trampa, el mundo
es cruel", y lo convierte en algo interesante, "la mayoría de la
gente no está equipada para una vida normal. Y no me imagino porqué.
¿Por qué no?Y, lo que es más perverso, ser uno mismo,
¿por que cuesta tanto?" Este truco, esta habilidad para retorcer
o cambiar de pronto una idea es lo que hace con sus letras, mostrando
una y otra vez que la banalidad puede ser tan reveladora como la complejidad.
Es la razón por la cual lo mejor de sus canciones no envejece.
Según pasa el tiempo lo profundo se va desprendiendo y lo trivial
permanece para encantarnos. "Noel Coward murió en vano", me dice
en cierto momento. Escuchando hablar a Morrissey no dirías que
eso es cierto. Es justo lo contrario cuando lo que sientes cuando le conoces.
Sería fácil proyectar a Morrissey como una figura triste.
En lo referente a relaciones, su vida adulta no ha tenido grandes acontecimientos.
Vive solo, dice que tiene pocos amigos y que ahora mismo está sin
casa, aunque le gusta la idea de vivir en Kent. Le encanta Los Angeles,
"lo contrario a la mayoría". El idealiza la originalidad, cultiva
el misterio, piensa que "la mediocridad es una enfermedad terminal". Y
no finge estar de acuerdo con esa idea de que la originalidad genuina
consiste en intentar comportarse como los demás sin tener éxito.
"Soy extraordinario", dice.
Creo que es por lo corriente de su pasado que, cuando le pregunto que
describa su infancia, ya hay una total ausencia de biografía,
me lo cuenta todo con detalle. Tiene un montón de historias listas.
El suicidio de una amiga cuando él tenía 15 años.
"Ella tenía seis años más, pero era 5000 años
más sabia. Seguro que ahora es feliz, sobre la acera". Los asesinatos
de los paramos cuando tenía 6. "sólo podría haber
pasado en Manchester". Recuerda estar acostado pensando en los niños,
lo que debían haber pasado. Escribió una canción
sobre eso, Suffer Little Children. Y el sadismo de la Iglesia Católica
Romana, "que me era impuesta". Cada semana tenía que confesar y
se sentaba e inventaba pecados, "para satisfacer al cura"
Odia al la Iglesia con fervor. "Es probablemente lo peor que le
puedes hacer a un niño, hacerle sentir culpable, y la culpa la
meten en los niños católicos sin que ellos sepan porqué.
Es una carga feroz. ¿Tan malos son los niños?" La vida en
familia, comenta, era buena, pero no cariñosa. "Solemne, tranquila.
Pero nunca íntima" Su descripción de su casa raya el desprecio.
"Alegre, barata, sin el más mínimo soplo de arte". Y de
Manchester, "Punzante, muy simple, el arroyo, extremadamente violenta
y siempre lista. Un muelle sin dársenas". Sigue cercano a su hermana,
dos años mayor. De niños exploraban las casas abandonadas.
Pero siempre fue un niño solo. Recuerda anhelar conversaciones,
hablar con la gente sobre lo que le interesaba. "Mi única obsesión
era la música". Lo que quería era cantar. Y cada canción
que ha escrito es una conversación que nunca ha tenido.
Hace más de 10 años que The Smiths se separaron, y aunque
las viejas cicatrices desaparecen, el dice que nunca se van del todo.
"Hay cosa que no se van". No ve a Johnny Marr. No sabe donde está
ni lo que está haciendo. Pero le gusta pensar que si se juntasen,
serían amigos. "Fue una pelea de negocios, eso es todo". Se encoge
de hombros ante la idea de formar un grupo con Marr. "Las reuniones no
funcionan. La música pop se basa en el cronometraje y el elemento
sorpresa, saltar con algo que el público no espera".
Este mes saca Maladjusted, su noveno álbum en solitario y el primero
desde hace dos años. Y menudo alivio. Porque aquí está
sonando como ningún otro, aún investigando los mismos recovecos
de su mente, y escribiéndolo. La angustia, el hastío. El
perfecto Alma Matters lanzado como single, le muestra en su mejor faceta
existencial. "Mi elección te puede parecer equivocada, pero nunca
he estado más seguro de que ésta es mi vida y la echo a
perder a mi manera". Todo el disco, elegante, elegíaco, con
saludos a The Smiths en la excelente Ambitious Outsiders, es en realidad
un himno a sí mismo. Morrissey. Borboteando melancólicamente
como un santo triste pero resistente, que está inventando su propia
religión.
Dice que la adversidad le sienta bien. "¿No crees que lo que necesitamos
es otra guerra que una a la gente?". Se ve como un superviviente supremo.
"No me preguntes cómo, pero sé que si un avión cayese
38.000 pies y se destrozase, yo estaría andando a los diez minutos.
Y si hubiese ocho supervivientes y se tuviesen que comer a uno, no me
tocaría a mi".
Hace dos años, este hombre que anhela sorpresas, obtuvo la sorpresa
de su vida. Se enamoró. No se lo esperaba. El amor apareció
arrastrándose a sus espaldas justo cuando se había hecho
a la idea de que nunca aparecería. "Tuve que esperar tanto tiempo".
Entonces se enamoró. Gloriosamente, fervientemente enamorado. Morrissey
enamorado debe ser terrible. "Para nada", me dice. "Enamorado soy un cielo.
Soy increíble en todo; cocino, doy conversación, hago planes,
elimino..." Ya no habla de celibato. "Y no sé porqué lo
hice. Es aburridísimo". No se trataba de que no le gustase el sexo.
"No lo había". Esa relación acabó recientemente sin
que el quisiese, le dejaron de querer, "como siempre", y su corazón
acabó roto. Pero se ha acostumbrado a consolarse, dice. Y le gusta
pensar que si puede suceder una vez, puede repetirse. "Me lo dijo un cura".
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